miércoles, 31 de enero de 2007

Su amigo argentino (Carnaval de blogs)

Comienzo

Allí estaba ella. Mirándome como siempre, con sus preciosos y enormes ojos verdes. Siempre que me miraba, sus ojos expresaban ternura, como quien mira a un niño pequeño jugar inocentemente, sin saber que la vida es cualquier cosa menos un juego. Allí estaba. Pero aquella vez era todo distinto. Su mirada no expresaba ternura, sino todo lo contrario. Tenía el cañón de una Walther P99 apuntándo a mí cabeza, y aunque en un primer momento se me pasó por la cabeza el pensar que no tendría el valor para apretar el gatillo, el cadáver que yacía a mi lado me indicaba todo lo contrario.


Aquella mañana, fuimos a recoger a su amigo argentino al aeropuerto. Se llamaba Flavio Conte. El tipo parecía majo, aunque a decir verdad, tampoco pude comprobarlo demasiado. Al parecer habían perdido su equipaje, y estaba un poco de los nervios. Normal. Cuando volvió de la oficina de reclamaciones, nos dijo que le enviarían el equipaje a su domicilio sin coste alguno cuando lo encontraran, pero de momento, tendría que vivir con lo puesto.

- Ah, pues no te preocupes. David puede dejarte un par de camisas y un pantalón.
Verdad, cariño? - dijo ella.

- Eh..... claro, claro, por supuesto. Ningún problema (Cómo que ningún problema??? Por qué
no le dejo también mi cepillo de dientes o mis calzoncillos???)

- Estooo... os lo agradezco pibito, - (PIBITO????) - pero casi mejor que voy a
comprarme
algo de ropa. No es por vos, es que ya tenía pensado comprarme algo
cuando llegara.

Flavio sugirió ir a tomar café a nuestra casa. Era profesor de química en la facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. Estuvieron hablando durante unos minutos, como si yo no estuviera con ellos. Cuando se fue un momento al servicio, ella aprovechó la ocasión:

- Qué majo es Flavio, verdad? Vaya putada lo del equipaje, a ver si se soluciona pronto.
Oye, ésta noche me toca guardia en el hospital. ¿Por qué no le sacas por ahí a que se divierta?

- (Manda webos…)Estooo… no creo que sea buena idea. Le acabo de conocer, y no sé yo si…

- Que si, que si.

Ahí estaba yo. Tomando copas con un argentino al que no conocía de nada. Estuvimos hablando y bebiendo hasta las 3 de la madrugada. A decir verdad, me sorprendió lo mal que toleraba el alcohol. Le dejé cuando le estaba entrando a dos chicas que iban aún más borrachas que él.
Aquella noche se repitió varias veces durante este último mes. A veces ella venía con nosotros. Cuando esto ocurría, él no bebía casi nada y se comportaba como un perfecto caballero…. Que hipócrita. Cuando estábamos sólos se ponía hasta las trancas. Muchas veces venía a recogernos a mi casa. Nunca fuímos a ver dónde vivía él.

Una noche que estábamos sólos Flavio bebió más de la cuenta. Casi al final de la noche me dijo que se encontraba mal, y que le llevase a su casa. Entonces supe que iba a ser esa noche. Después de provocarle el vómito en los lavabos y de registrar sus pertenencias, llegamos a la conclusión de que había perdido la llave de su piso, así que hasta que mañana fuera a pedir una copia a su casero, la dormiría en mi casa.

Le llevé hasta mi casa, no con pocas dificultades. Hacía un frío de mil demonios. Ví que tenía el abrigo manchado de vómito.

- Trae, tio. Déjame. Coje el mío.

- No, gracias –dijo él- Mejor que sólo se manche uno con esta mierda.

Se quitó su abrigo, lo dobló y se lo puso bajo el brazo. Yo me quité el mío y le cubrí con él. Joder, qué frío. Lo que hay que hacer por el amigo de tu novia.

Cuando llegamos a casa, le senté en el sofá.

- Estás bien? –le dije- Capullo? -pensé

- Si, si, creo que estoy un poco mejor.

- Joder. Hasta la casa está fría. Seguro que a ésta se le olvidó programar la calefacción para que se encendiera. Voy a ponerla, ahora vuelvo.

Desde el umbral del pasillo le ví. Estaba de pié, asomado a la ventana. Parecía increíblemente sobrio.

- Siempre eres tan confiado con la gente? -No había ni rastro del acento argentino

- Confiado?

Se giró hacia mí. Entonces comprendí porqué no me dejó coger su abrigo. Una Desert Eagle me estaba mirando fíjamente.

Sonó el disparo. Ví su cuerpo caer lentamente ante mis ojos. Entré en el salón y la ví a ella. Había disparado desde la puerta. Había disparado a un tipo que llevaba puesto MI abrigo.

- Mierda! - dijo en cuanto me vió.

Allí estaba ella. Mirándome como siempre. Pero no era ella. No era la misma chica con la que había estado los dos últimos años. Al menos eso era lo que quería creer, aunque sabía que en el fondo, siempre había sido ella. Estaba nerviosa. No sólo por el hecho de haber matado a la persona equivocada, sino también porque mi rostro era todo lo contrario al suyo.

Disparó, pero no salió ninguna bala. El miedo se apoderó de ella.

- Es una lástima, cariño.-dije mientras sacaba la Desert Eagle que tenía escondida en mi espalda- Si te hubieras encargado tú del trabajo sucio desde el principio, ahora no estarías a punto de morir.

No intentó huir, sabía que había perdido.

¿Sabes? Siempre nos subestimais. Creeis que sois más listos y más guapos que nosotros, pero no lo sois. Bueno, en tu caso, podría hacer una excepción con lo de guapa. Es una verdadera lástima que hayas gastado tanto tiempo y esfuerzo, no crees? ERAS realmente buena. Tenía serias dudas sobre si estabas siendo utilizada o en realidad eras uno de ellos. Por eso cargué una sóla bala en la pistola del cajón. Si hubieras usado tu propia arma hubieras tenido más posibilidades. –suspiré- Una verdadera lástima.

Sonó otro disparo. Ahora había que correr.